Me gusta tu primera imagen,
inesperada para mí y tan opuesta a su tiempo.
Sutil, tierna y descomplicada,
sin asomo de tácticas ni estrategias, llena de cariño y sensibilidad, perdida
en el propio encuentro de nuevas sensaciones y en el disfrute de lo desconocido
y agradable.
Tu imagen es clara, y se me
antoja transparente. Tu conversación, tu tacto, tu mirada, me dan un trato
amable, amistoso que me lanzan a la esquina donde me es difícil determinar si
tu imagen y la mía serán algo más que dos disfrutando del encuentro en el
espacio y tiempo adecuados.
Espacio y tiempo adecuados,
comienza a retorcerse aquí la idea de ser solo eso, no es mi mejor tiempo, ni
este un espacio destinado por el azar.
Tu imagen permanece, se mantiene
en su postura de ternura y delicadeza y el espacio y tiempo inadecuados,
terminan por ponerme en el centro de sentimientos que me despojan de la lógica
y me dejan a expensas de una acción tuya que pueda cambiarlo todo.
Ocurre, tu imagen sin dejar de
ser tu imagen, se va al encuentro de una nueva, frente a tus ojos soy
espectadora del ser que eres y del que va naciendo.
En mis labios, en mis manos y
poco a poco en mi cuerpo, sin ninguna prisa y con algo de temor se va
reproduciendo tu nueva imagen, se proyecta en mí, se fija en mi cuerpo y se
aferra a él, sin intención alguna de apartarse.
Me gusta tu imagen, la primera, inesperada
para mí y la que me mira ahora, segura, convencida, apasionada y feliz. Me gustan
tus imágenes y me gusta verlas proyectadas en mí.