domingo, 2 de octubre de 2016



Me gusta tu primera imagen, inesperada para mí y tan opuesta a su tiempo.

Sutil, tierna y descomplicada, sin asomo de tácticas ni estrategias, llena de cariño y sensibilidad, perdida en el propio encuentro de nuevas sensaciones y en el disfrute de lo desconocido y agradable.

Tu imagen es clara, y se me antoja transparente. Tu conversación, tu tacto, tu mirada, me dan un trato amable, amistoso que me lanzan a la esquina donde me es difícil determinar si tu imagen y la mía serán algo más que dos disfrutando del encuentro en el espacio y tiempo adecuados.

Espacio y tiempo adecuados, comienza a retorcerse aquí la idea de ser solo eso, no es mi mejor tiempo, ni este un espacio destinado por el azar.

Tu imagen permanece, se mantiene en su postura de ternura y delicadeza y el espacio y tiempo inadecuados, terminan por ponerme en el centro de sentimientos que me despojan de la lógica y me dejan a expensas de una acción tuya que pueda cambiarlo todo.

Ocurre, tu imagen sin dejar de ser tu imagen, se va al encuentro de una nueva, frente a tus ojos soy espectadora del ser que eres y del que va naciendo.

En mis labios, en mis manos y poco a poco en mi cuerpo, sin ninguna prisa y con algo de temor se va reproduciendo tu nueva imagen, se proyecta en mí, se fija en mi cuerpo y se aferra a él, sin intención alguna de apartarse.


Me gusta tu imagen, la primera, inesperada para mí y la que me mira ahora, segura, convencida, apasionada y feliz. Me gustan tus imágenes y me gusta verlas proyectadas en mí.