La casa, la lluvia filtrada a
montones por los agujeros del techo, la escoba, yo barriendo los chorros que
inundaban el piso, la luz amarillenta que nos resplandecía en el encierro de
las puertas con las que pretendíamos protegernos de una lluvia que ya nos había
alcanzado, que nos bañaba y nos regalaba un espectáculo para mí de niña, mágico.
Dos personas, un canto, un baile,
danzando al ritmo de la lluvia, adorando al ser omnipotente que imaginamos en
el cielo, gozando extasiadas en una alegría infinita que se ha prolongado hasta
los días de mi cercana madurez.
Fabricamos un recuerdo –fabriqué-
de esos que no pueden venir solo con imágenes, de esos imprecisos cargados de
emociones, que siempre cambian en forma y nunca en fondo, se cuentan en
segundos y con suerte pudieron haber sido horas, es lo bueno de poder
imaginarlos, de tenerlos archivados en la mente y no poseer restricciones que
te digan como tienes que rememorarlos.
Dos personas, cómo se encuentran en el éxtasis, cómo comparten la intimidad de un momento sobrenatural, cómo se esparcen las energías, cómo se perciben en el aire, como al mirarte en esos instantes se encuentran unos ojos que lo saben todo, que han descubierto un misterio del que no podrán contar nada, ojos testigos de la ceguera con la que vivirán después, mirando otra vez con los ojos de los hombres que no conocen nada, que buscan y nada encuentran.
Somnusnjord
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